domingo, 28 de septiembre de 2014

Balonmano.

No encontraba sitio alguno en el que se sintiera a gusto consigo. Nada era suficiente para llenar los vacíos que los días le dejaban. Se acostumbró a ser solo alguien más hasta que aprendió a calcular las distancias, a mirar al compañero, a sacar y que lo sacaran de apuros, a luchar por una causa hasta dejarse la piel, a saber lo que era sentirse vital y completo. Con lo mal que se le daban las matemáticas quien hubiera dicho que el lugar donde se encontraría más a gusto sería dentro de vértices. Hasta día de hoy no ha encontrado mayor satisfacción que la de estar frente a una portería. No necesitaba nada más. Un balón, compañeros y las ganas de sentir. Nada pasa por su mente, solo se deja llevar... le pasan el balón, fija y se apoya en sus compañeros, se lleva la defensa para la izquierda, entra de pivot detrás de la defensa, el lateral  hace amago de tiro, se la pasa al pivot, el pivot fija, da un giro hacia su izquierda y con la pierna de ese mismo lado apoyando su cuerpo levanta la pierna derecha hasta encontrar el ángulo a la vez que se articula para emprender el disparo. Lanza con toda su fuerza y ENTRA.

No hay manera alguna de describir lo que un apasionado del deporte siente justo en ese momento, justo en el momento... el momento en que te sientes por fin grande a pesar de los días.

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